Sobre las crudas y la edad…
A medida que nos hacemos viejos avanza la edad, salir un viernes o sábado por la noche puede significar cosas diferentes, y ni hablar del día siguiente cuando nos damos cuenta que la moderación en el consumo de bebidas alcohólicas no sirvió de nada.
Muchas veces esto no representa una falta de costumbre, sino una cuestión meramente biológica y uno de los personajes principales en nuestra relación con el alcohol es nuestro hígado.
Mientras tú disfrutas de una divertida velada con tus amigos acompañado de un par de copitas de alcohol, se incorpora a nuestro cuerpo acetaldehído, una molécula muy tóxica derivada del etanol. Ésta causa deshidratación, dolor de cabeza, sequedad de la boca, inflamación de estómago, náuseas y malestar general.
Mientras más jóvenes somos, nuestro hígado genera más y mejores enzimas que descomponen la sustancia tóxica del alcohol convirtiéndola en acetato, dióxido de carbono y agua, las cuales son inofensivas para el cuerpo.
Sin embargo, a medida que cumplimos años, nuestras defensas contra el alcohol se vuelven lentas y el derivado del etanol circula durante más tiempo por nuestras arterias. Aunado a esto, el sistema inmune es cada vez más lento cuando de reparar los estragos se trata.
Otros factores que empeoran los malestares de la resaca conforme pasa la edad, tal es el caso de fumar, abusar o mezclar ciertas bebidas. De acuerdo con un estudio de la Universidad de Brown, en Estados Unidos, las bebidas oscuras como el whisky, brandy o vino tinto, son más perjudiciales que las bebidas claras como el vodka o vino blanco y esto quizás tenga que ver con las sustancias que se producen durante la fermentación en cada proceso.